Cuaderno de Palabras de DICTADOS para cada día de la SEMANA

Desde una cierta perspectiva teórica.

- Una práctica exclusiva de grado infantil y primario, relacionada con el aprendizaje de la lectoescritura;

- Con una concepción básicamente gramatical de la enseñanza lingüística, centrada en la memorización de reglas ortográficas;

- Con una visión reduccionista de la escritura, según la cual escribir consiste básicamente en (traducir) lo oral a lo gráfico, o

- Con un modelo didáctico conservador, basado en la exposición magistral y la ejercitación controlada, que entiende el error como una conducta mala que debe erradicarse, que fomenta la competitividad entre aprendices o que utiliza modelos lingüísticos literarios y alejados de la realidad y las necesidades del alumnado.

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El dictado sigue siendo uno de los ejercicios más rentables del aula de lengua. Al margen del tipo de alumnado (nivel, edad, intereses...), de la metodología seguida (gramatical, comunicativa...) e incluso del contexto de aprendizaje (primera o segunda lengua, lengua ambiental o extranjera, alfabetización de adultos, etc.), la tarea de comprender un texto oral y codificarlo al canal escrito ofrece un interés intrínseco indiscutible y evidentes posibilidades didácticas.

Profesorado y alumnado suelen preferirla otras actividades «habituales» como la explicación magistral, los ejercicios de rellenar vacíos, de manipular oraciones, o incluso de elaborar una redacción libre y corregirla posteriormente. La explicación de esta estima seguramente debe encontrarse en el carácter activo del ejercicio (los alumnos trabajan en todo momento) y en la claridad y prontitud de los objetivos que consigue (comprensión oral, ortografía).

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Aprender a usar el dictado

Cuando la práctica del dictado era constante, competitiva y evaluadora. Hacíamos un dictado cada semana, lo corregíamos en la pizarra, nuestro compañero de pupitre nos corregía las faltas, nos ponía nota y, finalmente, la dictaba al maestro que la apuntaba en su cuadernillo.

Recuerdo que pasaba bastantes angustias: primero porque no quería salir nunca a la pizarra, después porque quería hacerlo bien y sacar buena nota y, también, porque convenía hacer menos faltas que el compañero así, cuando negociábamos a escondidas una rebaja equitativa de las faltas para los dos, ¡uno estaba en mejor situación!

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Opción C

Como docente y desde un punto de vista más didáctico, el dictado me pareció al principio un ejercicio pobre y parcial. Practicarlo con frecuencia significaba dar importancia excesiva a la ortografía y menospreciar el resto de propiedades textuales, como la coherencia, la cohesión o la adecuación. Los alumnos terminaban pensando que la B/V, las tildes o las haches son los aspectos más relevantes y quizás los únicos de un escrito. Además, como profesional de la educación, lo encontraba aburrido y repetitivo: siempre pronunciando en voz alta los mismos

textos, haciendo la corrección mecánica en la pizarra, explicando las mismas reglas de gramática... No había imprevistos ni sorpresas ni humor ni creatividad.

¡Siempre lo mismo! La verdad es que me lo pasaba mejor haciendo otro tipo de ejercicios creativos: simulaciones, juegos, redacciones abiertas, etc.