
La persona docente se vuelve investigadora de su propia práctica, porque desde su quehacer logra discernir las necesidades y se plantea preguntas sobre su labor: ¿cómo mejorar?, ¿qué debe cambiar?, y ¿de qué manera los niños y niñas a su cargo son la mejor guía para llegar de forma conjunta a las respuestas y soluciones? Este artículo pretende mostrar hallazgos que surgieron en la experiencia con cinco niños y cinco niñas del nivel de prekínder.
Como docente de artes plásticas, sé que esta es una profesión maravillosa que permite crear, cambiar y disfrutar, compartir experiencias y aprender conjuntamente con los niños y las niñas. Se vuelve aún más maravillosa, si las actividades artísticas son un complemento de juego y arte; porque se descubre que el movimiento, la libertad, las formas y los colores son parte de un aprendizaje y un lenguaje.
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Cuando hablamos de lenguajes nos referimos a las distintas maneras en que los niños (seres humanos) representan, comunican y expresan su pensamiento por diferentes medios” que se construyen en las vivencias cotidianas y en las experiencias compartidas. El goce está en dejar ser y hacer al niño y la niña, con total libertad, descubrir la magia que tiene el color y cómo interpretan sus dibujos por medio de sus narraciones.
En la convivencia diaria con los niños y niñas, en la labor educativa como docente de arte surgen aspectos que solo en la experiencia con ellos y ellas se logran vislumbrar y descifrar, pues sus dibujos son únicos y con características muy singulares.
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Una experiencia desde la práctica que nos hace reflexionar sobre lo que se ha venido haciendo en la enseñanza de las artes plásticas en preescolar y nos lleva a comprender que, además de ser docentes, somos adultos y, como tales, tenemos ideas preconcebidas que nos hacen juzgar a los niños y niñas desde una visión adultocentrista, creyendo que enseñar es solo transmitir conocimientos.
Olvidamos que los niños y niñas poseen amplios saberes que muchas veces desconocemos porque no les hemos dado la oportunidad de demostrar sus capacidades y habilidades.
En el sistema educativo público de nuestro país, los niños en edades preescolares no cuentan con un profesional en artes visuales, sino que son las maestras de grupo quienes se encargan de brindarles espacios para crear, expresar y experimentar. En tales casos, por falta de conocimientos artísticos, se convierten en espacios para construir manualidades, en donde, por lo general, cada uno de los niños repite un patrón de un diseño.