Hola mis amigos
docentes hoy les traigo otra linda historia sobre un
Caballo que no
puede relinchar del espero les guste y sea de su gran ayuda en sus labores
Del cual aquí les
dejo un poco de la historia si están interesados lo pueden descargar gratis
Solo aquí y no
olviden a compartirlo en sus redes sociales gracias.
Había una vez un
caballo que no sabía relinchar. Cuando quería
hacerlo, emitía
los sonidos más extraños en boca de un caballo.
Algunos uuuh,
varios ¡cuac!, pero de ningún modo un relincho. Se quedaba con el
ánimo por el
suelo. Qué humillación. Su sueño montaba en escasas
propósito, y
aunque Pepino quería complacerlos, nunca le salía un
relincho.
Todos reían a
carcajadas. Pepino bajaba la testuz, muy afligido, y su dueño, enojado, le
clavaba las espuelas y lo devolvía al establo.
Una tarde, en la
que se creía solo y con esfuerzos inútiles probaba a relinchar como los demás
caballos, unos chicos pegaron la oreja a la puerta del establo.
Cuac, cuac,
uuuuh, oyeron, y se doblaron de risa.
—¡Cuac, cuac!
¡Eres un pato, no un caballo!
—gritaron,
mientras aparecían todos juntos en el vano de la puerta.
Brincaban de diversión. Él hubiera podido agarrarlos a coces, pero era incapaz de pegarle a nadie, y los chicos lo sabían. Uno se acercó, le tocó el anca y gritó:
—¡Tiene plumas! ¡Es
un pato! Pepino empujó a los chicos, cuidando sin embargo de no lastimar a
ninguno, y huyó al galope con lágrimas en los ojos.
Atravesó las
calles del pueblo, saltó una pequeña loma, y se dirigió a campo abierto.
Por suerte, en el
camino no encontró a nadie. Sólo se cruzó con un caballo blanco que llevaba a
pasear a una hormiga negra en el lomo.
El caballo blanco
relinchó al verlo y se detuvo. Pepino le preguntó:
—¿Cómo haces?
—¿Cómo hago qué?
—Relinchar.
—Él no sabe —terció
la hormiga negra señalando a Pepino con una pata.
—¿No sabes? —preguntó
el caballo blanco lleno de asombro—. Es muy fácil. Yo ni lo pienso. Abro la
boca y ya está. Y en demostración abrió la boca mostrando sus grandes dientes,
corcoveó y lanzó un alegre relincho.
—El corcoveo
—preguntó Pepino después de un instante— ¿es necesario? —Ayuda —dijo el caballo
blanco y siguió su camino mientras la hormiga negra se despedía de Pepino
agitando un pañuelito.
Alentado con la información
que había obtenido, Pepino galopó por el campo hasta un lugar que le gustó.
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